
Metrocles de Maronea
La iniciación flatómana
Μητροκλῆς, ἀδελφὸς Ἱππαρχίας, ὃς πρότερον ἀκούων Θεοφράστου τοῦ περιπατητικοῦ τοσοῦτον διέφθαρτο ὥστε ποτὲ μελετῶν καὶ μεταξύ πως ἀποπαρδὼν ὑπ' ἀθυμίας οἴκοι κατάκλειστος ἦν, ἀποκαρτερεῖν βουλόμενος. Μαθὼν δὴ ὁ Κράτης εἰσῆλθε πρὸς αὐτὸν παρακληθεὶς καὶ θέρμους ἐπίτηδες βεβρωκὼς ἔπειθε μὲν αὐτὸν καὶ διὰ τῶν λόγων μηδὲν φαῦλον πεποιηκέναι· τέρας γὰρ ἂν γεγονέναι εἰ μὴ καὶ τὰ πνεύματα κατὰ φύσιν ἀπεκρίνετο· τέλος δὲ καὶ ἀποπαρδὼν ἀνέρρωσεν αὐτόν, ἀφ' ὁμοιότητος τῶν ἔργων παραμυθησάμενος. Τοὐντεῦθεν ἤκουεν αὐτοῦ καὶ ἐγένετο ἀνὴρ ἱκανὸς ἐν φιλοσοφίᾳ.
Οὗτος τὰ ἑαυτοῦ συγγράμματα κατακαίων, ὥς φησιν Ἑκάτων ἐν πρώτῳ Χρειῶν, ἐπέλεγε·
Τάδ' ἔστ' ὀνείρων νερτέρων φαντάσματα,
[οἷον λῆρος]· οἱ δ', ὅτι τὰς Θεοφράστου ἀκροάσεις καταφλέγων ἐπέλεγε,
Ἥφαιστε, πρόμολ' ὧδε, πόλις νύ τι σεῖο χατίζει.
Οὗτος ἔλεγε τῶν πραγμάτων τὰ μὲν ἀργυρίου ὠνητὰ εἶναι, οἷον οἰκίαν· τὰ δὲ χρόνου καὶ ἐπιμελείας, ὡς παιδείαν. Τὸν πλοῦτον βλαβερόν, εἰ μή τις ἀξίως αὐτῷ χρῷτο.
Ἐτελεύτα δὲ ὑπὸ γήρως ἑαυτὸν πνίξας.
Metrocles, hermano de Hiparquía, quien fue discípulo de Teofrasto el peripatético[1] , se sintió tan humillado por habérsele escapado un pedo mientras hacía unos ejercicios filosóficos que se enclaustró descorazonado en su casa dispuesto a dejarse morir. Crates se enteró al ser avisado, así que deliberadamente se zampó unos altramuces antes de encontrarse con él, intentó persuadirlo con discursos de que nada de lo ocurrido era reprochable, dado que hubiera sido prodigioso que las ventosidades no fueran expulsadas según su naturaleza. Finalmente, para encorajarlo, reventó en pedos tal como él lo había hecho. Desde ese momento escuchó sus enseñanzas y llegó a ser un hombre capaz para la filosofía.
Prendió fuego a sus propios escritos mientras, según narra Hecatón en el primer libro de sus Anécdotas, les reprochaba:
No son más que fantasmas de sueños estigios.[2]
[Como si se tratara de patrañas]. Hay quienes [dicen] que las lecciones quemadas fueron las de Teofrasto, a las que le increpaba:
¡Oh, Hefesto, ven aquí, la ciudad necesita de ti ahora![3]
También decía que algunos asuntos requerían dinero, como comprar una casa, pero otras precisan tiempo y trabajo, como la educación. Y que la riqueza era perniciosa si no se usaba dignamente.
Terminó con su vida en la vejez asfixiándose a sí mismo[4]
Diógenes Laercio. Vidas y máximas de los filósofos prominentes, IV, 94-95.
[1] Teofrasto de Éreso (370-288 a.C.). Sucesor de Aristóteles como escolarca del Liceo.
[2] Fragmentos trágicos adespota, 285. Nauck.
[3] Pasaje inspirado en Ilíada XVIII 392, en el que encontramos “¡Vulcano! Ven acá, pues Tetis te necesita” (trad. Luis Segalá y Estalella). Si bien desde un punto de vista convencionalmente cínico podría ser sugerente dejar el pasaje homérico intacto, en tanto que Tetis, como diosa marítima y proteica, representa la mutabilidad, el engaño y la ilusión, lo cierto es que en el texto de Diógenes Laercio se sustituye “Tetis” por “polis”. Se suele traducir este pasaje (Carlos García Gual, José Martín García, Léonce Paquet, José Ortiz y Sanz, etc.) obviando este cambio, como si fuera un calco de las palabras que dirige Aglaya a Hefesto en la Ilíada.
[4] Llama la atención que lo que comienza con la consolación de la vergüenza ante la expulsión de un aire, la cual se lleva a cabo arguyendo que es un portento retener los gases, termina con la acción portentosa de retener voluntariamente el aliento.